Aunque la obra de Pedro Salinas (Madrid, 1891-Boston, 1951) se enmarca dentro de la llamada Generación del 27, y se conoce sobre todo por su poesía, lo cierto es que la trayectoria de este madrileño, viajero entusiasta, profesor convencido, responde a unas inquietudes que van mucho más allá de los postulados críticos en los que se ha definido a esta generación y a la poesía de sus componentes. Además de poeta, Salinas fue también un gran ensayista, un medio acomplejado pero sorprendente autor teatral (sus obras tuvieron, en general, poca difusión y pocas oportunidades de ser representadas), y sus cartas, publicadas prácticamente en su totalidad (cartas de viajes, de amor, de literatura, de amistad...), nos descubren un universo lleno de sensibilidad e inteligencia lúcida.
Salinas obtuvo muy joven su plaza de catedrático de literatura española labor que ejerció en varias universidades en España y posteriormente en Estados Unidos-, después de residir algunos años en Francia y tomar contacto con las vanguardias y la herencia del Simbolismo en este país. Tras volver a España, publicó en 1923 Presagios, su primer libro de poesía, seguido de Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931). Fueron tiempos felices: la Generación del 27, conocida sobre todo por la profunda amistad que unía a sus componentes y la voluntad que compartían de llevar a la poesía española a lo más alto, dominaba el panorama intelectual de la época y contaba con el apoyo del Gobierno de la República. Durante estos años, los poemas de Salinas son divertidos, tiernos, audaces...el influjo del futurismo y, en general, las vanguardias, se nota cuando canta a la bombilla, a la máquina de escribir, a su coche...
En 1936, la Guerra Civil conduce al exilio a la mayor parte de la Generación del 27. Algunos, como Cernuda, sufren el destierro de un modo muy hondo, muy atormentado. Pero Salinas, a quien la guerra sorprendió en Estados Unidos, nunca se dejó atormentar por la situación de su país, al que sabía que probablemente no volvería nunca. Su poesía sigue siendo limpia, clara, alta, impregnada de una fuerza que no cede al abandono y el fracaso. Permanece la búsqueda del ideal, que siempre llenó sus poemas, aun el los peores momentos. En este sentido, la influencia que ejerció sobre su poesía al Simbolismo francés carece del aspecto más decadentista y morboso que tan importante se hizo a finales del siglo XIX. Salinas nunca deja de luchar , aunque descubra que el amor como fusión entre dos seres y vía de conocimiento es imposible, aunque se sienta solo y sepa que la ilusión anda perdida hace tiempo. Su trilogía amorosa (La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento) muestra este proceso de aprendizaje que constituye quizá la cumbre de la poesía amorosa española del siglo XX.
Hacia el final de su vida, Salinas descubrió Puerto Rico, y quedó hechizado por la isla, hasta el punto de querer ser enterrado allí (y así fue: sus restos permanecen en San Juan de Puerto Rico). También allí, frente al mar, escribió su libro más hondo, El contemplado (1946), en su madurez vital y literaria.
La obra de Salinas es, por su profundidad, terriblemente universal, porque lleva en sí misma lo mejor de la tradición lírica, lo que la poesía siempre comparte, el sentimiento de alcanzar algo más allá, de saber que estamos aquí por algo y que debemos aprovechar lo que la vida nos ofrece sin dejar nunca de buscar, porque es eso precisamente lo que nos da la vida.
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