ISSN 1578-8644 | nº 38 - Abril 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"La epopeya de Bill Gamesh"
luis arturo hernández
LA EPOPEYA DE BILL GAMESH

-“¿Has visto allí al que cayó en combate?”
-“Lo he visto”.-“¿Qué hace?”.
-“¿Has visto allí al que fue muerto?”.
–“Lo he visto”. “¿Qué hace?”.
-“Su madre le sostiene su cabeza y su mujer le llora”.
-“Su madre y su padre le sostienen la cabeza
y su mujer le llora”.
-“A aquel cuyo cadáver yace abandonado en la estepa,
¿lo has visto allí?”. –“Lo he visto”.
–“¿Qué hace?”.
-“Su espíritu no reposa en el Infierno”.
Poema de Gilgamesh, Tablilla XII

Si el Poema de Gilgamesh es un clásico, lo es entre otras razones, porque ya desde los orígenes de la escritura, en Mesopotamia, representa el dolor y el sufrimiento humanos que hoy mismo se está produciendo en aquel país entre ríos, bajo las oleadas de bombas que, como el mismo diluvio descrito en la tablilla xi, empuja a riadas humanas al exilio.

COMBATE ENTRE EL INVIERNO Y LA PRIMAVERA

Cuando aparecieron las primeras luces del alba,
Una nube negra se alzó en el horizonte;
en su interior Adad no cesaba de rugir,
por delante iban Shullat y Khanish,
iban tales chambelanes divinos, por montes y valles.
Erragal arrancó las compuertas,
Ninurta llegó e hizo desbordar los diques,
los Anunnaki blandieron antorchas
que con su fulgor divino inflamaron la tierra.
El silencio de muerte de Adad recorría el cielo
y todo lo que había sido luz se tornó oscuridad.
Las columnas de la tierra se rompieron como una jarra.
Poema de Gilgamesh, Tablilla XI

El general Invierno le ha vuelto a declarar la guerra, en la segunda parte de la partida, a la Primavera, y vuelven a caer las bombas sobre el, más que florido, desierto pensil de Babilonia en busca del tiranosaurio de zarpa prensil, del sádico Sidi Sadam Husein –no se olviden por amor de todos los dioses los miles de kurdos exterminados por el déspota mesopotámico, como si estuvieran en Babia-, el sátrapa que celebra sacrificios humanos de sus propias gentes en el altar de Baal para vencer a las fuerzas maléficas –el Eje del Mal y del Bien son intercambiables en el maniqueísmo indoeuropeo: ¿o no lo quiere así Alá en su advocación occidental?-, convirtiendo Iraq en una Babel de lenguas confusas y ababoles en flor, entre ríos de sangre y óleo que van a dar a la mar -del Golfo Pérsico-, que es el morir. Pero “volverá a reír la Primavera,/ que por cielo, tierra y mar se espera”.

EL ENEMIGO AMERICANO o EL DIABLO TIENE NOMBRE DE MUJER

“Con un desdén casi agresivo manifestó que el demonio allí presente no era ni el emperador Lucifer, ni el príncipe Belcebuth, ni el gran duque Astarot, ni el primer ministro Lucifugé, ni el general Satanachia, ni el lugarteniente Fleurety, ni el brigadier Sargantanás, ni el mariscal de campo Nebiros, sino un ministril inferior llamado Ántrax, un pinche de cocina, un pobre diablo que, no teniendo, ¡el infeliz!, ni donde caerse muerto, mal podía venirles ahora con la pretensión de comprar un alma”.
Leopoldo Marechal, Adán Buenosayres
Como en los apólogos orientales, águilas, buitres y cobras aéreas, ratas del desierto y marines armadillos mutantes que, mutatis mutandis, se scud/an tras misiles estrábicos y Tomahawk de cañón recortado–toma y toma- que escapan a la lógica de la logística, con el gas mostaza como condimento ideal para los hog-dog del Mc Ronald –Rumsfeld- o al servicio de la tropa anglo-liada in/Basora, provocan por su/gestión conmoción y pavor, Búfalo Vil Gamesh bajándose un moro tras otro –fedayines kamikazes- en sus juegos de guerra electrónicos –en la consola de War Games-, que hace de Bagdad y demás Urbes una diana en busca de la planta –química- de la “mortalidad” de la doctora Huda Salih Mahdi Ammash, madre del Ántrax -¿dónde están, por cierto, esas armas de destrucción masiva?-, émulos de Gilgamesh en su descenso al Golfo Pérsico tras de la inmortalidad, apuntándose los tumbados, a falta de estilo, con las muescas de la escritura cuneiforme.

NO ERA ESTO, NO ERA ESTO o BAAZ Y AMOR

-“Has visto allí a los sumerios, a los acadios?”.
-“Sí, los he visto”. –“¿Qué hacen?”.
-“Beben el agua de este lugar de mortandad, agua pútrida”.
-“¿Has visto allí a mi padre y a mi madre?”
-“Sí, los he visto”. –“¿Qué hacen?”.
-“Ambos están en aquel lugar de muerte; beben
el agua de este lugar de mortandad, agua pútrida”.
Poema de Gilgamesh, Tablilla XII

Ante el abuso sobre tanta población civil, conmovida y despavorida –el improvisado coro de los esclavos de Nabuco, emperador Nabucodonosor de opereta-, utilizada como escudo humano –prensados y pisoteados en el lagar bajo esas bombas de racimo de las uvas de la ira- por el tirano asirio -si el escudo está concebido para aguantar los golpes, ¿de qué se extrañan los escudos humanos voluntarios?- que, como ya exclamara en su día ante desmanes más cercanos a nosotros el filósofo Ortega, “No es esto, no es esto”; y tras las ridículas evocaciones orientalistas –Las mil y una noches del despótico califa Harum al-Rasid, y la ejecución de una doncella por noche a lo largo de casi un trienio-, y mientras le sacaban a la Verdad un ojo tras otro –informadores versus uniformadores-aplicándole al Ojo Público de la Prensa el código de Hammurabi de los ojos y oídos del rais, los pacifistas de postal o de la “Guardia Republicana” Española –por no hablar del joven pícaro pertrechado con un jamón en una acción de saqueo y pillaje, como un buen cristiano viejo-, que tampoco habrían aceptado la reanudación de la guerra del Golfo si la hubiera bendecido la ONU –y en particular el socialismo español, “zapador, minador valeroso”, cambiando de bando a mitad de la partida-, trazan el puente aéreo –naval- del Azor a las Azores para denunciar al Gobierno Español –que se apunta a un bombardeo, y nunca mejor dicho, con aquel proverbial “¡qué guerra colonial ni qué niño muerto!”, y además de verdad-, confirmando profecías de portería –después de visto todo el mundo es muy listo-, y el nacionalismo vasco encuentra a posteriori razón suficiente para tanto ataque al partido gubernamental español, mientras que el ala más radical se parapeta tras las siglas AuB –acrónimo que empaña la memoria de aquel escritor republicano español que protagonizó una peripecia de lealtad a la República con exilio y muerte en México- equiparando el cierre de un periódico sospechoso de connivencia terrorista –Egunkaria-con los desaparecidos de la dictadura argentina, con un patético e insultante remedo de pañuelos blancos de las amas –de casa- de la Capital del País Vasco –tal vez porque la Historia se repite en forma de farsa-, con un sarcasmo que sólo puede atribuirse al sector de HeBe de Bonifaci, atizando el pequeño purgatorio cotidiano del pacifismo pro-iraquí.

Baste, pues, como fin de la crónica el diálogo parlamentario en el Infierno bonaerense:

SR. PRESIDENTE. –Se va a votar la moción de orden.
SR. ÁNTRAX. -¿Qué se vota?
SR. PRESIDENTE. –La moción del diputado Aristófilo.
SR. ÁNTRAX. -¿En qué consiste?
SR. VULPES. -¡Si hubiera estado en el recinto se habría enterado!
SR. ÁNTRAX. –No es un motivo para que no se me informe de qué se trata.
SR. -¡No se puede obstaculizar la labor de la Cámara!
SR. ÁNTRAX. -¡Es absurdo que tenga que votar una moción que no conozco!
Leopoldo Marechal, Adán Buenosayres