Les Mots et les choses es el título de un libro del filósofo Michel Foucault ( 1926 1984) que, publicado en 1966, vino a representar uno de los últimos intentos sistemáticos de reflexión acerca de las relaciones entre el lenguaje y la realidad.
Desde los griegos nuestra cultura ha destacado la función del lenguaje como configurador de realidad. El lenguaje ha sido incluso considerado como la trama básica capaz de dotar de sentido a las acciones humanas, de retrotraer la respuesta instintiva y de generar intencionalidad y proyecto.
Así, poco a poco, la significación de las acciones humanas ha acaparado toda la atención sin que muchas veces se atendiera adecuadamente a los hechos, unos hechos , por otro lado, seleccionados en función de la intencionalidad.
En este proceso nuestra cultura parece haber llegado a una situación logofrénica en la que los discursos interpretativos se suceden unos tras otros sin que se tengan muy en cuenta los hechos a los que se refieren.
A esto se añaden las corrientes constructivistas - como la de Watzlawick y la Escuela de Palo Alto - que, por un lado, ironizan sobre el palabrerío desatado, pero que, por el otro, aprovechan el juego que se genera para dar recetas acerca de cómo construir discursivamente otra realidad.
Se puede llegar a vivir así en la convicción de que, como todo es interpretación y las interpretaciones pueden cambiar, todo puede cambiar. Curiosamente la realidad de los hechos deshace continuamente tales pretensiones. Lo no-discursivo se venga de la prepotencia injustificada de lo discursivo.
Sobre la prepotencia injustificada de lo discursivo habían meditado algunos filósofos orientales como Lao-Zi y Chung-Tzu, y la tradición del budismo-zen no es sino una de las prolongaciones de tal deliberación. Una meditación sobre lo discursivo que es, además, una práctica.
En Occidente, Schopenhauer y Nietzsche ya fueron conscientes de estas limitaciones de lo discursivo, pero sin duda fue Husserl el primero en indicar que había que atenerse a lo que aparece, a los fenómenos, suspendiendo - por medio de la traída y llevada epojé - cualquier previo o supuesto sobre la realidad.
¿ Seremos , al cabo, capaces de mirar las cosas en silencio, directamente, sin ideas preconcebidas ni supuestos argumentales ? ¿ Y hacerlo a pesar de saber que somos el fruto de muchos previos e intenciones ? ¿ Seremos capaces, por fin, de dar cuenta de esa mirada en una relación nueva con el lenguaje que no pretenda ser sustitutiva de la realidad ? ¿ Seremos , pues, capaces de poner las palabras y las cosas en su sitio?
|