Esta primavera y esta incalificable guerra, nos recuerdan que nuestro mundo se rige exclusivamente por leyes de mercado: unas leyes ajenas a las personas, unas normas oscuras que justifican una guerra igual que legitiman un ataque a empresas competidoras (el fin son los beneficios y es indeferente si los medios incluyen la destrucción, psíquica o física, de individuos, grupos o naciones)
Pero esta primavera y esta guerra indignante también preludian otro modo de estar en el mundo, apuntan nuevas actitudes que nos ayudarán a huir de este vacío que habitamos, de esta Nada plagada de saltos, de una cosa a otra, en zapping, sin atender a ninguna. Porque si, desde ahora, no nos dejamos inundar por objetos ni permitimos que nos arrastren contenidos disparatados, si aprendemos a despreciar este modo perfecto de entontecer la consciencia, habitaremos otro significado:
Construiremos otra representación de los actos humanos y así nos negaremos a ser beneficiarios - y, a nuestro pesar, cómplices - de esta guerra de malditos intereses.
El único medio que conozco, para aprender nuevas actitudes y desterrar hábitos arraigados, es el autoconocimiento: ese viaje que tiene que ver con la consciencia del tiempo y lugar en que se vive, con el descubrimiento de nuestra identidad más profunda y con el mutuo apoyo de los seres afectivamente cercanos.
Una aventura que fortalece la resistencia frente a las pautas consumistas y violentas que ahora nos gobiernan.
Un mundo que cada vez más personas se atreven a explorar.
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