Pradip J. Phanse se ha dado una vuelta por el casco antiguo de Vitoria y ha retratado a su nuevo paisanaje, niños y jóvenes de tez más oscura que ofrecen sonidos nuevos a esas plazas y calles centenarias. Allí en la pista del Campillo, muy cerca de la catedral gótica de Santa María, juegan al balón una cuadrilla que está más familiarizada con Alá que con Dios.

De momento, son la segunda generación de magrebíes y subsaharianos que han llegado a la capital vasca en busca del sueño del lujo y el bienestar del primer mundo. De momento, son felices y se divierten con una pelota a la espera de que les llegue la edad en que descubran que la explotación del hombre por el hombre es universal y que aquí, en Vitoria, no atan a los perros con longanizas.

Pero dejémosles seguir jugando, que prosiga la diversión y que alegren con sus nuevas voces ese barrio que fundo la vieja ciudad cristiana y que ahora está fundando la nueva ciudad mestiza.