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Pocas guerras se recuerdan en los anales de la historia de España con excepción de la Guerra de las Naranjas- tan breves, tan incruentas y tan victoriosas como la Guerra de Perejil. Y, sin embargo, esta victoria se ha saldado entre pitos y disparidad de opiniones. DAR EL PEÑAZO o UN REGALO DE REYES De un lado, quienes se empeñan en cuartear el guadamecí español así el refrotar de manos y el rechinar de dientes de nacionalistas vascos solidarios con el Sahara Español: moros y mauruak, con arreglo a la tesis vasco-iberista, al norte y al sur de la península-, desempolvando el fantasma del imperialismo español y las guerras coloniales de África por un Rif -y rafe-, comparando la toma del islote Perejil con el desembarco por Mar y Tierra del Peñón de Alhucemas y, preferirían, arañándole archipiélagos y limándole las rebabas, descascarillando el mapa del Statu quo- Español, o la soberanía compartida entre España y Marruecos como en el Irlanda qué digo en Irlanda; como en Chipre- o concederle directamente la autodeterminación a una tierra de nadie cuyo censo habría que concretar en una cumbre, sin contar con que y no hace falta para ello tener mucho fósforo en la mollera-, tirando piedras contra el tejado de cristal de la casa común de la nación de naciones gran carpa del circo internacional de la España de las Autonomías-, hacen el caldo gordo a la monarquía alahuí perejil de todas las salsas- en su afán por anexionarse el Sahara desbaratando los intentos de crear la República Árabe Saharaui Independiente que propugna el Frente Polisario -¿la única y exclusiva opción política?- con su poli/sharia y su .comysharia, apropiándose de los fosfatos y tesoros del desierto, tomando como pretexto la territorialidad de una mancha aunque no, ya, Marcha- verde. JUEGOS DE GUERRA o NO HAY ENEMIGO PEQUEÑO De otro lado, quienes, una vez visto el operativo de la mayor ocasión que vio el nuevo siglo, y partidarios de la no-intervención pacificoide y concesionaria -y tal vez chafados porque aquello no haya resultado un Morirás es Chafarinas II-, ridiculizan la magnitud de unas simples maniobras militares en esa zona verde de una finca rústica costera, sin recalificar ni registrada en el catastro se le habrá hecho la boca agua a Peregil y Gil, el inmobiliario inmovilizado, con la posibilidad de urbanizarla-, con tal y tal exhibición de las Fuerzas Armadas y un alarde de su puesta a punto por un quítame allá esos perejiles, con despliegue de nau/fragatas y comandos de cuerpos especiales a fin de hacer ondear la enseña nacional emulando al ejército norteamericano, para tomar Perejil como quien tomara una narigada de rapé, cuando son los charcuteros yankeses quienes van a incluir la estrella azul marroquí como estado asociado en su firmamento de barras y estrellas. RECONQUISTAR EL PEÑÓN o A/SALTO DE MATA DE PEREJIL Por último, quienes en esta Batalla de Perejil, un 17 de Julio, han querido ver desde las nostalgias totalitarias un aniversario del Alzamientolanzamiento de paracaidistas en este caso- de los militares africanistas, aprovechando una escaramuza con el moro Muza a tiro de piedra de la plaza española de Ceuta para reimplantar el perejil de la Guardia Civil y el carnero mascota de los emperejilados caballeros de la Legión acose a su libre antojo a las cabras de una anciana que, como aquella vieja de Cien años de soledad que llegaba todas las semanas a pedir su ramita de toronjil, llevaba a ramonear allá su hato hasta el día D, desplegándose por el Norte de África y haciendo replegarse -y el pliego de reclamaciones al maestro armero de aquél de Alhucemas en 1925, porque alhucema es/pliego de flores azuladas- a esos portavoces marroquíes que acusan a España de ver, como don Quijote, enemigos imaginarios (sic), cuando habría que recordarle al vecino que quien narra los delirios del caballero de la Mancha Verde- es precisamente el moro Cide Hamete Benengeli autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haberse quedado falto en ella que demasiado, Cervantes dixit-, poniéndoles su ración de perejil de Perejil a los loros ¡lorito real!, ¡lorito real!- papagayos de la prensa oficial magrebí. Y todos ellos, los unos, los otros y los de más allá o Alá, que es el más grande y ojalá me equivoque-, empeñados en no reconocer una decisión que poco tiene que ver con el descafeinado nacionalismo español y mucho con los tratados del Derecho Internacional. Así, no es de extrañar que hoy en día, cuando la viejecita del perejil vuelve al mercado a pedir su manojo, más de un carnicero -o una pescatera- le sugiera cogérselo sin más, sin hacer el ridículo de pedirlo por favor. Ni resulta asombroso que el monumento que en la capital del País Vasco se erigiera en su día al monje dominico epónimo Fray Francisco de Vitoria, Creador del Derecho Internacional, haya perdido literalmente la cabeza este verano y no precisamente en una acción bélica -ni siquiera por un acto de vandalismo-. |
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