Cansado de existir por existir el artista busca en el mundo la apariencia de las cosas. Agotado por sobrevivir mira al arte como una necesidad que aparta de su vista la miseria cotidiana en el mero subsistir de los hombres. Con los problemas que acontecen a diario huye de la repetición inmediata para salvarse de la quema de la mediocridad. El camino está ahí. Pocos se atreven a lanzarse sin nada más que la compañía de una posible derrota como único resultado de sus pesquisas. El arte no tiene retorno. Su biografía es un ejemplo del fracaso irreconciliable de la vida y el sueño que vulnera el frágil entendimiento de los hombres. Ni siquiera la muerte nos salva de ese absurdo que persigue a los osados en pos de una grandeza que sólo se descubre al final envuelta en la miseria que se rechazaba desde un comienzo. Entonces, ¿para qué quiere el hombre conocer ese vértigo que busca en el naufragio el don de su existencia? ¿Por qué se empeña en tejer una biografía que le arrastrará con todo su veneno inconsolable sin una mano que le diga cómo salvarse en el último momento? ¿No será que el viaje es lo importante desde el momento en que el hombre se disfraza de artista? La necesidad imperiosa de investigar entre las sombras del arte como si de un destino privilegiado se tratara. Asistimos al ocaso del artista incrédulo con su propio arte, creyendo en lo que hace aun sabiendo que nunca encontrará la salida.