Sección: ARTE
Serie: Emergentes
Título:
Testimonio
Autor: Inés Matute
e-mail: ines@espacioluke.com

nº 31 - Septiembre

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Cuando se conoce a Ben Jakober y a Yannick Vu, cuando uno se acerca a su obra, visita su magnífica fundación y palpa los objetos de su entorno cotidiano, no puede evitar sentir la presencia – ubicua, potente, arrolladora- de un genio bicéfalo. La pregunta se me hizo inevitable; ¿un tandem creativo? ¿cómo fundir dos sensibilidades distintas, dos formas de hacer diferentes sin que el uno domine al otro y sin desvirtuar lo que de común pueda tener el mensaje proyectado? Como pintora me parecía imposible, como escritora, impracticable, y sin embargo ahí están ellos, sorprendiéndonos con cada obra, con cada iniciativa. Una vez formulada la pregunta, la respuesta me llegó pocos días más tarde en forma de texto, un texto escrito por Yannick en el año 94, cuando mucho tiempo antes de que yo les conociese los críticos de arte ya elogiaban la originalidad de sus planteamientos y la inigualable resolución de sus inquietudes. Creo que sin llegar a mencionar la palabra “equilibrio” el texto habla por sí mismo, reflejando una solidez conceptual y formal muy poco común. Bravo. Sois únicos.

CHTHONIAN-APOLLONIAN

Algunos años atrás, mientras por primera vez Ben y yo realizábamos juntos una escultura –Le Vase de Soissons– me pregunté lo que podía significar tal colaboración. De los dos, pienso que fui yo quien más deseaba este lenguaje común. En cierto modo le daba una importancia que traspasaba el marco del simple trabajo. Me parecía que este acercamiento abría la vía a una suerte de reconciliación de los sexos sobre un territorio –la obra de arte– que presentía tan difícil como estimulante y que Camille Paglia define como "un campo de fuerza perturbado por variaciones de masculinidad y feminidad, remolinos enturbiando la superficie como un charco psíquico liso". Tiempo después, persiguiendo caminos muy diversos por ambas partes, reanudamos ocasionalmente este trabajo en común; cada vez fuente de diálogo, enriquecimiento, pero también de inevitable tensión, debido no a la repartición sino a la intensificación de la expresión y sobre todo, detentor de un poder transformador.

Tal vez sea esa misma tensión, semejante a un dolor exquisito resultante de una identificación en cruzado del uno reflejando al otro, tensión nacida del equilibrio fugaz y aleatorio entre lo femenino y lo masculino, lo que nos determinó a concebir y realizar en conjunto un proyecto de exposición basado en el tema "Chthonian-Apollonian" desarrollado por Camille Paglia en su libro "Sexual Personae". No se trataba de comprimir nuestras dos expresiones en una sola - especie de lenguaje híbrido o compuesto – sino de utilizar a la vez este punto de encuentro frágil y fortuito donde los sexos consiguen repartir con simetría sus energías y decir, cada uno con el otro, o al mismo tiempo que él, algo que a la vez lo sobrepasa y de lo cual está íntima y oscuramente convencido, y que lo concierne profundamente.

Imagino que para muchos hombres tal empresa pertenece al dominio de la más alta fantasía. Cuando confié a un escritor francés que Ben y yo trabajábamos juntos, exclamó: "¡Nunca podría escribir con otra persona! ¡Es algo que no puedo ni considerar!". Sin embargo, no había ninguna entonación burlona en su voz; esta eventualidad nunca contemplada parecía desazonarle profundamente. Luego se volvió pensativo, como si súbitamente hubiera sido puesto en presencia de lo irracional que genera el desorden, como si todo lo que no fuera oposición sólo pudiera pertenecer al territorio peligroso de la simbiosis y por consecuencia a la regresión.

En "Tótem y Tabú" Freud afirma que "El arte es el único dominio donde la toda-podestá de las ideas se ha mantenido hasta nuestros días". Dicho esto, nos ha parecido natural volver a la fuente recurriendo a los mitos que afirman la esencia invariable de la naturaleza humana y "la intención mágica del arte".

Estos últimos meses de trabajo han sido los más fructíferos desde hace mucho tiempo, como si hubiéramos abierto las compuertas de un inmenso depósito donde cada situación encontrara automáticamente su contrapartida. Recurrir a los mitos nos obligó volver al principio de todo y a reencontrar la dominación de la Diosa Madre, el reino de la luna y las mareas, el sacrificio del Rey al anochecer vestido de sus mas bellos atavíos y adornado con sus falsos pechos a fin de asegurar la fertilidad por su sangre derramada sobre la dura tierra. Luego tuvimos que redescubrir la emergencia luminosa de Apolo, dios solar de los ratones y los hombres, quien gracias al oráculo de Delfos dominó la vida y el corazón de los mortales ávidos de conocer sus destinos. Columna por columna tuvimos que reconstruir su templo de plata reflejándose en las aguas impasibles, mientras los Omphaloi recorrían los continentes en un peligroso viaje que los devolvían, irreversiblemente, al centro del mundo. Tuvimos que reconstruir la lira utilizada por Apolo a fin de revelar a los simples mortales la ineluctable voluntad de su padre, Zeus. Igualmente tuvimos que acompañar Apolo en su centelleante cabalgata persiguiendo la luz, gloriosamente montado en su cuadriga de oro. Fue también la ocasión de emprender una suerte de periplo cortés, no más en paralelo sino convergente, que nos ha permitido formular serenamente lo que ante todo reúne, pero también diferencia o separa, al hombre y a la mujer, porque es simplemente inmanente a la condición de pareja, tanto en la vida como en el trabajo.

Yannick Vu

Ben Jakober y Yannick Vu