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Fotografía: Miguel Martín
Iniciamos en esta sección una serie de artículos dedicados a situaciones, hábitos adquiridos o rutinas, que de forma cotidiana y a nuestro juicio equivocada, nos encontramos en el conjunto de los bienes culturales, conjuntos históricos, núcleos rurales, etc.
Bajo el título lo evitable pretendemos hacer un llamamiento sobre que este tipo de prácticas pueden ser reversibles, no son definitivas y en todo momento pueden retornar de forma positiva a lo que podríamos definir como buenas prácticas de la construcción, conservación o restauración.
Comenzamos la serie con uno de los temas que sin tener una especial relevancia, ha servido para modificar y alterar inconvenientemente el aspecto exterior de un sinfín de edificios, nos referimos a una práctica conocida por el término Sacar la piedra que consiste en el picado de todos los morteros antiguos, generalmente de cal, dejando desprotegidos los paramentos de piedra.
La fiebre genérica de la piedra vista es una moda del siglo XX, que proviene de Francia y que intenta medievalizar los edificios sin ningún respeto por la historia, la estética y la lógica constructiva.
No se respeta la historia porque a lo largo de los siglos todos los paramentos, tanto los de piedra como los de ladrillo, y naturalmente lo de adobe o tapial, han sido sometidos a tratamientos externos mediante revocos de diferentes tipos y materiales, con las calidades mejores posibles y con las características propias de cada lugar.
No se respeta la estética porque la piedra como elemento constructivo portante o de cerramiento no es más noble por permancer a la vista, la mejor manera de ennoblecer un paramento pétreo será, en todo caso, un buen revoco con los acabados o remates propios de cada edificio. En algunos casos corresponderá un mortero bastardo, en otros revocos con distintas capas de morteros, con o sin aguas de cal, con posibilidad de variación cromática, hasta llegar a los más cuidados estucos o pinturas murales. Vemos que las posibilidades son infinitas, tan sólo hay que adecuarlas al tipo de edificio y al entorno y situación en la que se encuentre.
Por último no se respeta la lógica constructiva porque eliminando los revocos existentes dejamos el edificio desnudo y sin ninguna protección para sus paramentos. Aunque nos de la impresión de que la piedra es un material inalterable, lo que es cierto es que con independencia de la interminable gama de tipos de piedra, no esta exenta de sufrir las variaciones térmicas, la erosión, la humedad, y la acción destructiva propia del hombre.
Proponemos, por tanto, detener la horrible moda de sacar la piedra, y profundizar en el estudio de revestimientos antiguos para retomar como algo lógico e imprescindible la práctica de proteger y embellecer los paramentos de nuestros edificios.
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