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La declaración de derechos del hombre.
Tienes derecho a mejorar tu cuerpo. A tener cabello, más sano, más bonito. Tienes derecho a rejuvenecer tu rostro. Un cuerpo más esbelto y sin grasa. A eliminar el vello de tu torso, tus piernas. Tienes derecho a no tener acné, ni varices. A retocar tu nariz, tus orejas, tu pecho, tu abdomen... A eliminar arrugas y papada. A olvidarte de tus lentillas, tus gafas.
Sólo tienes un deber: ponerte en manos de profesionales especializados.
Más de 250.000 tratamientos realizados en la Organización Médico Estética más avanzada de Europa (...) a través de sus tratamientos, satisface el derecho del hombre a liberarse de tópicos, ofreciendo los últimos avances y tecnologías para mejorar la estética masculina. Llama a (...)
Es un anuncio a toda página insertado en El Mundo el domingo 14 de julio. Al día siguiente, en el mismo periódico, el titular de la carta de un lector hablaba de La publicidad engañosa (...). ¡Ja! Si sólo engañara, no convertiría la Declaración Universal de Derechos Humanos en un intento de atraer bolsillos y mentes de interés. Su labor va más allá.
Apostar por este tipo de publicidad debe de ser arriesgado, pues con suerte el texto despertará rechazo en el público y habrá quien decida no consumir el producto. Pero reconozcamos que en parte estamos donde estamos porque determinados anuncios tergiversan la realidad. El de antes sobrepasa lo creativo, y ofrece una interpretación forzada o errónea de hechos y palabras. Si aceptamos que se defiendan y propaguen estos otros derechos humanos en vez de poner en práctica los auténticos, si gastamos más dinero en cirugía estética que en luchar por la libertad e igualdad de los seres humanos en dignidad y derechos, entonces engendramos una aberración y, como reza la por momentos (o)diosa publicidad, admitimos que el Hombre tiene un único deber: lograr un cuerpo perfecto.
Insultante fue también la campaña que hace dos y tres años lanzó una firma sueca. Sus eslóganes, Cásate de nuevo, Independízate, Ten un hijo, y Trabaja desde casa; la recomendación secundaria, Redecora tu vida. Claro, como si uno pudiera perder de vista al jefe o independizarse a la primera de cambio, obviando lo precario del empleo, los precios de la vivienda, y la comodidad de vivir en casa de los padres hasta los treinta. ¿Que quieres independizarte?, ¡ahora mismo! Todo vale, con tal de pasar de lector de publicidad a comprador de muebles y acelerar así la realización de algunos sueños haciéndolos quizá añicos. Lo que importa es que la marca en cuestión venda. ¡Ja! ¡Ja!
Ya estamos con lo de siempre, la publicidad invasora que duele y hace estragos. Cuidemos los límites para que no se pueda entrar en cualquier rincón sin permiso. Y no nos conformemos dando por sentado que ni todo está permitido ni todo está prohibido. ¡Maldita sea!, si es que nos despreciamos a nosotros mismos. Junto a eso, lo peor es que nos contentamos con palabras; me pregunto si será porque de antemano creemos que no podemos intervenir en la realidad, porque hay tanto que cambiar que no sabemos ni de lejos por dónde empezar, o porque decir mucho y no hacer nada hoy viste mucho. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
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