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"Es religioso todo lo que nos impide hundirnos, toda mentira que nos proteje contra nuestras irrespirables certezas" El jazz y su 'eternidad sonora',sólo puede comprenderse como experiencia, como algo vivido. En sus momentos musicales el gozo adquiere la forma de la exclamación. El jazz hiere tan profunda y desgarradamente que sólo la comunión erótica alcanza tan alto sentimiento. Esta epidemia de éxtasis, baño de fuego con su inevitable paroxismo, se convierte en un ejercicio extremo en el que se alcanza la intimidad del ser. En un mundo de placeres efímeros, esta forma del goce -donde se ahoga mi desesperación- busca alcanzar la pureza inmaterial, semejante a una danza de llamas. Forma sonora de mi rebeldía, el Jazz, más allá de sus linderos estilísticos, permite abandonarme a mi propia fluidez interior, limitándome a disfrutar de todos mis sentidos, a gozar de todas mis agitaciones íntimas. Es hallarme dentro de mí, no en el sentido del orgullo sino de la riqueza interior. Es estar obsesionado por una infinitud íntima y una tensión extrema: quizá en esto consiste vivir intensamente hasta sentirse morir de Tanto vivir.¡Qué alivio este vértigo de exaltación ilimitada!... Pero ¿qué sucede cuando la contemplación se acaba? |
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