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El poema se ha dividido. Iba por un camino y ha caído rendido ante la evidencia del silencio. Ha quedado mudo en un instante, parecía cansado en el tiempo en que le tocó vivir. Ha congelado su paso y dejado de andar. Como si nos dijera algo así como no puedo más, ha dejado de respirar ante unas cuantas palabras que se repiten con insistencia. Quizá en otro poema que ya no será nunca el mismo. Aquello que escribimos hoy porque no pudimos hacerlo ayer es su efecto inmediato. Son cosas que pasan piensa el poeta. Pero el poema tiene su propia inteligencia, apela a su verdadera música cuando descansa de la vida pensando en mil cosas en torno al sentimiento. El poema tiene vida propia. Entre sombras que son ideas se detiene en el portal de su insignificancia hasta encontrar las respuestas necesarias en cada momento. El poeta tiene errores imperdonables que deberá restituir con paciencia al poema perdido. El poema está donde estaba, siempre estuvo donde lo dejaste. Sentirlo de nuevo es vibrar con su existencia. El poeta deberá calibrar la visión del poema en el pulso del poeta. No se debe apropiar de nada, no se puede confundir con el poema. La división está en uno. Eras algo y eres otro. Ibas por un camino conocido y aparece uno nuevo. |
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