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La obra de este poeta, nacido en Alejandría en 1863 y muerto en la misma ciudad en 1933, se compone únicamente de ciento cincuenta y cuatro poemas revisados y pulidos hasta la perfección, lo cual da una idea de su concepción de la Poesía: Señora altísima, objeto sagrado de culto, muy semejante a la midons de los trovadores medievales. Cavafis es por ello y por otros motivos un poeta excepcional: máximo representante de la literatura griega contemporánea, educado a la inglesa, influido por el simbolismo y el parnasianismo franceses, habitante de una Alejandría tradicionalmente multicultural, multirracial y moderna, admirador y estudioso de la Grecia helenística...todo eso lo convierte en un autor original ya sólo por su contexto. Europa Occidental suele mirar con indulgente simpatía a las literaturas orientales, como si éstas pudieran ofrecer únicamente un cierto toque de exotismo en los momentos de monotonía creativa. La obra de Cavafis es una de las pocas que trascendió en seguida la difícil barrera literaria entre Oriente y Occidente, quizá porque presenta múltiples puntos de encuentro entre ambos mundos, quizá por el oportuno acierto de algunas traducciones, quizá por la universalidad que se reconoce en cada poema. Los mejores textos de Cavafis fueron escritos en su madurez, a esa edad en que algunas personas adquieren una cierta intuición vital que les permite estar en el mundo como si ya lo hubieran visto todo. Sus poemas no contienen ni un desgarro, ni un grito, sino que contemplan la existencia desde una distancia grave e inteligente, solemne e irónica a la vez, como contempla el mar un hombre que ha pasado navegando toda su vida. Por los poemas del autor alejandrino desfilan efebos ingenuos y deseables, personajes históricos, gentes anónimas...y objetos, objetos cotidianos que siempre tienen un significado hondo y preciso (los cirios apagados son los días consumidos; los cirios encendidos son los días que nos quedan por vivir). Uno de los mayores logros de su poesía es el acercamiento de los personajes y hechos históricos al lector moderno, normalmente poco versado en lecturas clásicas. Mediante la técnica de la máscara, o usurpación de la personalidad, la voz del yo-poeta se apropia del alma de Marco Antonio y su pensamiento al dejar Alejandría, en El Dios abandona a Antonio-, la temeridad de Julio César, el miedo de Cesarión, las emociones de los dioses del Olimpo...y nos presenta a todos ellos como seres perfectamente humanos. La re-creación constituida a base de elementos irreales es lo que los hace reales. Y así, Cavafis muestra que la historia, como creían los griegos, tiene algo de cíclica, porque los Senadores de hace veinte siglos hacían gala de una ambición parecida a la de hoy en día. Y la nostalgia del pasado, el miedo a lo desconocido, la debilidad que nos acecha en los peores momentos, la atracción sexual ligada muchas veces al sentimiento de culpa, la impotencia ante el paso del tiempo...todo eso, que es inherente a la condición humana y no cambia nunca, lo supo expresar Cavafis maravillosamente en cada uno de los ciento cincuenta y cuatro poemas que componen su obra. Una obra de lectura exigente ( no olvidemos que la Poesía es la Señora a la que debemos rendir culto ) pero agradecida, que huye de la identificación fácil para adentrarse en la esencia de la experiencia humana. Salir ileso del viaje es ya cosa de cada cual. |
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