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Dai Sijie
Balzac y la joven costurera china
Hay novelas que guardan en su interior sorpresas que van mas allá de las meramente literarias. ¿Qué tienen en común un joven deportado, heredero de la Revolución Cultural Maoísta, una costurera china y un autor como Balzac?. Aparentemente, nada. Pero el autor chino Dai Sijie si que parece encontrárselas, y con ellas, y algunas otras, construye una de las novelas de amor más homogéneas de los últimos años. Porque no es fácil que una historia tenga la virtud hoy en día de conmover a los lectores a pesar de su bisoñez poética. No hay que olvidar que en literatura está casi todo escrito, y esto, lejos de ser una virtud, no es mas que una carencia intelectual a la que nos estamos acostumbrando y nos entregamos diariamente cuantos nos movemos en las pantanosas aguas de este oficio. Lejos de sus familias y amigos, en el corazón de la China profunda, un joven, el propio autor, lo que le confiere al relato un carácter autobiográfico, es enviado junto a otros compañeros a una aldea perdida en las montañas del Fénix del Cielo, cerca de El Tibet, para seguir el obligado proceso de reeducación de todos sus congéneres. Allí conocerá a Luo, con quien compartirá algo más que puras aficiones intelectuales, y allí se habrá de tropezar con Cuatrojos, otro adolescente como ellos en idéntica situación, que guarda celosamente una vieja maleta que levantará rápidamente las suspicacias de sus compañeros. Esa maleta contiene toda una puerta de entrada a un nuevo mundo de inexplicable belleza: las obras de Balzac, Sthendal, Dumas..., que se encuentran en su interior, adquieren una nueva dimensión y su lectura una fantástica excusa de evasión. Y como no, descubrirán que la lectura de las mismas les ayudará no sólo a que el tiempo les pase más rápido, sino también para conquistar a la sastrecilla, la hija del sastre de una aldea vecina. El relato se convierte así en una historia de amor que les sobrepasa, no en vano ellos, su condición, continúa siendo la de presos en camino de ser reeducados. En tiempos de represión intelectual la lectura de aquellos autores que en otras condiciones y circunstancias hubieran pasado casi desapercibidos, adquiere tintes catárticos. La madre de Cuatrojos, teje jerséis azules mientras mentalmente hace poemas (pag. 93) al igual que Penélope tejía de día lo que destejía de noche. Ambas esperan el regreso de un ser querido y ambas maldicen en silencio el tiempo que les tocó vivir. Novela que ahonda en los sentimientos de toda una generación, la que se vio privada del derecho a una juventud en libertad, Balzac y la joven costurera china es un ejemplo de cómo la realidad puede superar y convertirse en ficción, y de cómo aún es posible encontrar un nuevo giro en la lectura de los clásicos, lamentable peaje que sin duda hay que agradecerle a Mao y a su calamitosa política cultural.
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