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Intimidad quizás no habla de nada nuevo, de nada que no sepamos o intuyamos, pero habla de algo que existe -ahí afuera o aquí adentro- y con lo que no es difícil identificarse, más aún dado el tono confidencial que Hanif Kureishi utiliza en esta novela. Intimidad es la historia de un abandono. Pero un abandono entendido como el paso necesario para ir más allá, para evolucionar. Es la narración del momento en que un hombre Jay: cuarenta y pocos años, guionista, casado y con dos hijos y situación económica desahogada- ya no puede seguir viviendo de la forma en que lo viene haciendo y decide dejar el hogar familiar. En esa última noche dudando constantemente- recuerda escenas que o bien le ratifican en su decisión o bien le hacen cuestionarse si está haciendo lo correcto. Dentro de casa, sus dos pequeños hijos son lo que más le atan a seguir allí, y su compañera nunca llegaron a casarse, lo cual facilita mucho su marcha- es lo que le empuja una y otra vez a huir de una situación estancada a pesar de ser consciente de todo lo que va a perder y el daño que va a causar. Fuera de casa se abren principalmente tres puertas: Víctor el amigo divorciado que entre amores fugaces y el desorden de su vida y su apartamento va pasando los años desde su separación-, Asif el ex-compañero de universidad para el que la vida en matrimonio es lo más gratificante que le puede suceder y quien no termina de entender la eterna insatisfacción de Jay-, y Nina su joven amante, la mujer que le hace comprender que hay algo más a lo que se puede aspirar. Durante todo el texto, la racionalidad casi enfermiza del protagonista quien no para de buscar motivos, sopesar consecuencias, cuestionarse decisiones...- guía cada paso hasta hacerle caer casi en un pozo de inmovilidad, un agujero en el que, de tanto pensar, la acción deja de ser posible. Y a pesar de ello, no hay respuestas claras ni soluciones totales y lo que se respira es confusión, incertidumbre e irracionalidad. Finalmente, Jay abandona la casa empujado por la necesidad de lanzarse al vacío en busca de algo que debe de existir en algún lugar, guiado más por la intuición que por la lógica. Del resultado, poco se sabe. Hanif Kureishi (Londres, 1954, hijo de pakistaní e inglesa) se ha convertido en uno de los principales cronistas de su generación, una generación que se formó en los sesenta y, tras triunfar económicamente y acomodarse en una sociedad fácil, se da de bruces en los noventa contra unas vidas desorientadas y apagadas, en unas ciudades que avanzan sin tenerlos en cuenta y sin rumbo aparente. Y a pesar de que en sus textos se centra en las vidas fracasadas, la suya parece seguir ascendiendo en la escalera del éxito con logros como ser nominado al Oscar por el guión de Ropa limpia, negocios sucios (1986), ser considerado uno de los principales dramaturgos de Inglaterra, ser reconocido también por sus ensayos y haberse atrevido incluso con la dirección cinematográfica. Algunas de sus obras más conocidas son El buda de los suburbios, Amor en tiempos tristes o El álbum negro. Volviendo a Intimidad, por debajo de la anécdota de la trama se arrastra la idea del deseo y la fidelidad, y el eterno conflicto entre la búsqueda del ideal y la conservación de la seguridad y la estabilidad adquiridas. Un texto salpicado de buenos momentos que trata viejos temas desde un punto de vista más contemporáneo, actualizándolos en parte (aunque los noventa son ya el siglo pasado), y haciéndolos reconocibles y más próximos. Quizás es por eso que Intimidad ha sido llevada al teatro y recientemente al cine por Patrice Chéreau (basándose en diversos relatos del autor) con resultados, al menos, aceptables. Como el de esta novela. |
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