Sección: CINE
Serie: Sueños en la caverna
Título:
"Actores tras la cámara"
Autor: Alex Oviedo
e-mail: alex@espacioluke.com

nº 26 - Marzo

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En 1993, y con motivo de la presentación en el Festival de Donosti de la película de Wolfang Petersen "En la línea de fuego", el actor John Malkovich rechazaba la posibilidad de colocarse tras la cámara. "Sé que otros actores han sentido esa necesidad en un momento puntual de su carrera. Yo aún no", confesaba. Casi diez años después se estrena la ópera prima de quien fuera un magnífico Valmont y uno de los mejores mosqueteros del cine. Se titula "Pasos de baile" y está protagonizada por Javier Bardem y Juan Diego Botto y narra la captura de un líder guerrillero en Latinoamérica.

Lo cierto es que si echamos una breve mirada al mundo del cine encontraremos una importante lista de actores que han alternado su presencia delante y detrás de la cámara. Se trata del desarrollo lógico de una carrera en la que si tienes éxito puedes pasar de elegir los guiones a ser tú mismo el encargado de dirigirlos. Un año después de la presencia de Malcovich en San Sebastián, el actor Mel Gibson presentaba su segunda película como director, "Braveheart", con la que conseguiría además varios Oscar en Hollywood y los parabienes de la crítica.

Al igual que el actor australiano, otros actores lograron con anterioridad el reconocimiento como directores. Kevin Costner obtuvo con "Bailando con lobos" uno de sus mejores registros, quizás debido al hecho de que había sido él mismo el encargado de dirigirse. Robert Redford había sido premiado con varios galardones por su debut en "Gente corriente". Desde entonces ha demostrado que un actor es capaz de reflejar a través de imágenes lo que a veces no puede conseguir mediante gestos. Aunque en muchas ocasiones ni el público ni la crítica hayan sabido apreciarlo. "El río de la vida", "Quiz Show" o "El hombre que susurraba a los caballos" mantienen el tono íntimo y personal que no poseen las películas en las que sólo participa como actor.

Un caso similar es el de aquel vaquero sin nombre que un día comenzó a llamarse Clint Eastwood. Eastwood ha sabido envejecer desmitificando sus inicios como hombre duro e impasibble para rodar algunas de las mejores películas de los últimos años: "Bird" (o la caída a los infiernos de un músico de jazz), "Sin perdón" (la revisión del western que logró acabar con el propio western) o "Los puentes de Madison" (o cómo lograr que un mal libro se convierta en casi una obra maestra). Eastwood cuenta además con el beneplácito de la Warner que le permite rodar una obra personal junto a otra de carácter marcadamente gastronómico. Fue precisamente "En la línea de fuego" la última película en la que actuó a las órdenes de otro director (y en este caso uno no tenía muy claro quién dirigía a quién).

Otros actores han cruzado la línea hacia la dirección con irregulares resultados. Algunos como John Wayne fueron capaces de rodar maravillas como "El Alamo", pero fracasaron en su segundo intento ("Boinas verdes"). Paul Newman lo intentó en cinco ocasiones sin éxito. Dennis Hopper, Warren Beatty o Barbra Streisand también han probado. En todos estos casos, las estrellas buscan reflejar sus inquietudes más personales, recurriendo a temas menores que no lograrían ver la luz sino fuera por su presencia en el proyecto. Nadie habría apostado por "Pollock" sin Ed Harris. Y tampoco por las películas en las que Tim Robbins demostró que poseía un enorme talento como director y contador de historias: "Ciudadano Bob Roberts", "Pena de muerte" y "Abajo el telón". En ocasiones ambos conceptos se entremezclan y es necesario la presencia del actor delante y detrás del objetivo. Robert de Niro en "Una hisotria del Bronx", Al Pacino en "Looking for Richard", Johnny Deep en "The brave". A veces las películas de Woody Allen parecen menos allenianas si no está él... Sería como dejar a Charles Chaplin sin Chaplin o a Buster Keaton sin Keaton. O sería como olvidar que una obra adquiere su verdadera trascendencia cuando alguien cree realmente en ella.