Sección: LITERATURA
Serie: El quintacolumnista
Título:
Enzarzados en la metaficción
Autor: Luis Arturo Hernández
e-mail: luisar@espacioluke.com

nº 29 - Junio

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Reseña crítica de Zarzarrosa, de Robert Coover

“Numerosos jóvenes príncipes, desbordados por la arrogancia y la testosterona, intentaron alterar el espinoso ecosistema y despertar a la princesa, como si se tratara simplemente de una muñeca mecánica esperando al poseedor de la llave adecuada”, es la descripción que en La persona durmiente de belleza superior a la media (incluido en Más cuentos infantiles políticamente correctos) hace J. Finn Garner de los pretendientes de Rosamunda, que se quedará compuesta y sin novio.

Como si se tratara de una réplica a una de estas oleadas de cuentos tradicionales políticamente correctos, el último relato del norteamericano Coover, Zarzarrosa, se presenta al lector como la recreación del cuento de La Bella Durmiente desde una jocosa incorrección política, su más que irónica desmitificación meta-literaria.

Un príncipe que duda sobre su vocación heroica y una princesa que lamenta la fatalidad de haber sido elegida para el encantamiento se rebelan, en este ejercicio de meta-ficción, contra los roles arquetípicos impuestos por el cuento maravilloso, protagonizando los flujos y reflujos de una historia interminable que va hilando las diversas variantes del cuento de hadas siguiendo el patrón de los Hnos. Grimm.

El motivo recurrente del pinchazo -con el huso ella, con la zarza del castillo él-, parece confirmar, como sostiene Bruno Bettelheim en su lúcido Psicoanálisis de los cuentos de hadas, el paso a la pubertad con el aletargamiento correspondiente a la llegada de la menstruación de La Bella Durmiente y una incontenible actividad propia de la primera eyaculación del Príncipe -sangre, semen y lágrimas-, dualidad de derrames -hemorragia, que no derramamiento de sangre- que se manifiesta en la extraversión del Príncipe y la introversión de Zarzarrosa en esta nueva versión.

Y no es ociosa esta alusión al clásico de Bettelheim si se tiene en cuenta que las secuencias que contrapuntean el relato, modalizándolo desde ambos protagonistas, se desarrollan en buena medida entre la imaginación y el sueño, en particular en el caso de la Princesa Rosa, dentro de cuyo mundo onírico la decimotercera Hada -la que simboliza precisamente el último mes del calendario lunar-, cual compiladora folklorista, va contándole a la ingenua durmiente -en un alarde de perversidad y diversión- todas las variantes de su cuento. En efecto, desde el motivo de los dos hijos paridos durante el letargo -que se remonta al Pentamerone de Basile- al de la mujer-ogro del príncipe, que procede de Perrault -y cuyo costumbrismo parodia-, Zarzarrosa -que toma el nombre de las versiones anglosajonas- desemboca para su desenlace, más allá del beso de los Hermanos Grimm, en el deseo del mordisco en el dedo –desencantador final incestuoso de la más antigua versión, la de Basile-.

Con la estructura cíclica de un relato que avanza y retrocede en el tiempo mítico enredando a los personajes en la maraña de los sueños, enzarzándolos en la lucha contra sí mismos, el narrador da vueltas a la madeja sin perder el hilo del cuento tradicional, al ritmo de la rueca en la que el Hada hila su cuento de nunca acabar.

Al lector, “sin poder evitarlo -escribía en su Viaje a la Alcarria, C. J. Cela-, se le llena la mente de tiernos, insalubres versos de Shelley:‘Temblorosa sube /gentil zarzarrosa. Sube temblorosa/ zarzarrosa gentil”.¿Quieres que te lo cuente otra vez?

Robert Coover