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Una mujer que acude a un taller literario para que le escriban su biografía y que no deja de alterar los hechos; un escritor sin ideas que se cree huérfano; una joven que trata de reducir su lado derecho principalmente su ojo- para alcanzar a escribir algo zurdo sobre el lumbago; un periodista con un reportaje sobre la adopción entre manos; una prostituta de anuncio de periódico; una falsa monja; ex novias, ex mujeres, ex hijos, hijos adoptados, dobles, sueños, cuentos, cuentos dentro de cuentos, posibles verdades y mentiras que importan más que las verdades Un lío. Pero un lío bien armado. La última novela de Juan José Millás (Dos mujeres en Praga) la sigue habitando el mismo tipo de personaje de sus anteriores libros y, como en ellos, la mezcla de lo real y lo irreal sigue teniendo un papel básico. Sin embargo, en Dos mujeres en Praga Millás da un paso más y no se conforma con presentar un mundo en donde la fantasía se acepta como cotidiana, sino que busca involucrar al lector, y zarandearlo y recolocarlo constantemente a uno y otro lado de la realidad para que él también la cuestione. Los personajes pasan por un sinfín de posibles relaciones y el argumento se convierte en algo casi inexplicable porque se hace y se deshace a cada página, y lo que realmente importa es este baile, este continuo cambio de punto de vista: Se podía decir de las dos formas porque todo era mentira y verdad al mismo tiempo. Todo es mentira y verdad de forma simultánea, Dios mío. ¿Por qué, pues, ese empeño en escribir una novela habiendo publicado ya tantas mentiras en mis reportajes? Las normas de la realidad aquí son otras y lo que rigen son los acuerdos. Los cambiantes hechos de la mujer que su biógrafo acepta como ciertos, la convención entre las dos mujeres de que el piso donde viven es realmente una casa de Praga, y, quizás el más emotivo, el momento en el que el narrador alguien muy cercano al propio Millás- decide adoptar al joven escritor y biógrafo son casos de acuerdos que, una vez sellados, por muy falsos que sean funcionan como la mayor de las verdades. Y es así así de desconcertantemente- como funciona este libro. No creo que la intención de Millás sea escapar de la verdad ni superarla sino hacer ver que la mentira es tan cierta como la verdad, y que a todos nos vendría bien pasearnos más a menudo por el lado de las irrealidades. Se trata de ver lo mismo pero desde el otro lado, el izquierdo (o siniestro). Porque si lo diestro representa lo establecido, el camino arado, lo zurdo representa lo desconocido, lo misterioso, lo distinto, lo nuevo, lo abierto Es ahí donde quiere entrar Millás, entrar en las cosas cotidianas por su lado izquierdo. No es raro, entonces, que se decante además de por lo zurdo- también por lo bastardo en vez de por lo legítimo (haciendo referencia a una tesis freudiana): Me pareció que por fuerza tenía que ser más interesante la literatura del bastardo, porque el bastardo, real o imaginario, da lo mismo, pone en cuestión la realidad (éstos no son mis padres, las cosas no son como me las han contado), lo que es el primer paso para modificarla, dice, considerando la escritura periodística, entre otras, como legítima (la de aquéllos que creen tener la verdad). También encontramos en el libro narraciones dentro de la narración, juegos literarios (se supone que la propia novela es a la vez el reportaje que el narrador está escribiendo sobre la adopción) y saltos mortales que hacen de éste un texto de máxima dificultad técnica. La novela es casi un juego de malabares donde los platos que giran sobre los palos son verdades y mentiras que amenazan con caerse y hacerse añicos de simples pasatiempos. Ése es el peligro, pero no caen (la construcción es firme). Sin embargo, desgraciadamente se ven los palos -largos y finos-, y por ello las manos que los sustentan son las del hábil malabarista y no las del cautivador mago. Quizás le falta eso a la novela, más magia de la de verdad o una magia más directa, menos recargada de casualidades, sobre todo después de haber acostumbrado a los lectores a obras como La soledad era esto, El orden alfabético, o No mires debajo de la cama, que, a pesar de sus complicaciones, llegaban con más fuerza. Dos mujeres en Praga es una novela llena de ideas, pero ideas que tienen el peligro de quedarse en la anécdota si se explican pero no llegan a atrapar , aunque estén impecablemente escritas. De cualquier manera, este libro es un paso lógico dentro de la trayectoria del autor. Es casi un experimento que puede abrir nuevas vías. Él mismo afirma que la ambición era escribir una novela zurda, pero eso te puede volver loco. Por el momento, sus mentiras le han valido el VI Premio Primavera de novela Espasa Calpe. Un premio justo si lo que se valora es el oficio, la trayectoria y la aportación de un autor a la literatura en castellano. |
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