|
||||||||||||||
|
El poeta ha escrito un libro difícil y le cuesta explicarlo. No es que le falten las palabras para hacerlo porque es evidente que con ellas hace un mundo increíble desde la nada. No es que no quiera hacerlo porque se muestre al descubierto sino que en el viaje que es la poesía a través del mundo ha ido más lejos de lo acostumbrado, y eso lo sabe el poeta cuando reconoce su peligro, su salto al vacío, sin red, esta vez sin la ayuda de las palabras. Pocos se atreven a hacerlo, pocos hombres sueñan con hacerlo, pocos poetas se atreven a probarse a sí mismos como poetas. Las palabras que se dictan desde una nada que se reconvierte en uno, como una bendición que nos aniquila en el instante en que nos enfrentamos a la verdad de la existencia, son como cuchillos a traición sin apenas tiempo para darnos cuenta de la esencia de las cosas. Los poemas que vienen solos son los que no pueden explicar las palabras que rodaron en libertad en su acontecer eterno. El poeta sabe de lo que habla cuando todo está escrito y no hay un silencio de más. En su poesía no sobra ninguna palabra, no falta nada, ni siquiera el rumor de las cosas. En su memoria transparente y humilde sintió el misterio que conduce, entendiéndolo todo, a no entender nada. Sabiéndolo todo hasta llegar a nada es como vienen los poemas después de tanto tiempo persiguiéndolos en vano. Porque lo que se dicta desde el interior no es desdén por lo que otros han dicho, ni rabia por los que utilizan las palabras como veneno. Sólo vida que se explica como si nada. Hay algo de la poesía que no entendemos y nos arrebata: eso que creímos que era nuestro y sólo por lo que somos, nos hace daño. |
|||||||||||||