Sección: OPINION
Serie: ---
Título:
La sombra del verdugo
Autor: Enrike Gutiérrez Ordorika
e-mail: enrike@espacioluke.com

nº 25 - Febrero

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El futuro, como dice un viejo verso de Osip Mandelstam, es sólo una promesa , y lo que fue un paso se hace inaccesible aunque deje un rastro literario en forma de memoria, con la terrible amenaza de repetirse de nuevo. Somos herederos de una civilización que exhibe su precario orgullo entre viejas utopías en ruinas. Voltaire proclamó el final de la tortura y, casi tres siglos después, el silencio continúa siendo una mortaja que no puede ocultar la alargada sombra del verdugo.

La semilla de Auschwitz de la que hablaba Primo Levi, contaminó el siglo XX y ahora vivimos su prolongación –resulta irrelevante el cambio de milenio-; una prolongación en la que la violencia y la infamia permanecen aunque envueltas en continuos eufemismos. El poder camuflador del lenguaje es infinito. Al maltrato y la humillación permanente de los prisioneros afganos en Guantánamo se le denomina ahora privación sensorial o garantías de protección de los detenidos.

El narrador es, en apariencia, un ser invisible al que terminan siempre delatando las elipsis que dan sentido a la narración. Los que apelan a la credibilidad de la gran democracia americana ven en el oficial que explica en televisión la bondad de la jaula o la funcionalidad de los grilletes, un émulo de Errol Flyn -en el papel de un seductor cadete llamado George A. Custer- paseando por los jardines de West Point del brazo de una sonriente Olivia de Haviland con sombrilla. Sueños de Hollywood y sones de séptimo de caballería en los que la maldad viste siempre de indio con tocado de plumas de corneja.

No hace tanto, cuando Colin Powel llevaba las botas puestas en la Presidencia de la Junta de Estado Mayor dejó dicho: "Quiero que el resto del mundo se muera de miedo. Y no lo digo de manera agresiva". Bin Laden podría suscribir esa misma afirmación junto a la de que existe un único Dios bueno. Lo importante es cómo se cuentan las cosas. El verdugo es incapaz de juzgar, en su sombra no anida la justicia sino la venganza de los vencedores. El escritor portugués Lobo Antunes, veterano de la guerra en Angola, sostiene que "si tomas parte en una guerra, te conviertes en un criminal de guerra".

En la simplificación del titular periodístico se puede equiparar la ignominia del régimen talibán con el horror del Tercer Reich nazi, lo que no es óbice para concluir que no es necesario apelar a las cenizas de la convención de Ginebra para recordar que ni siquiera en Nuremberg se encausó o se tomaron represalias contra soldados rasos. Ningún odio, ni ningún horror redimen de otros odios y otros horrores. Pero el silencio lastima la inocencia en estos tiempos en los que el protagonista sigue siendo el verdugo.