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Desde esta ciudad blanca, blanca de frío, de silencio, de hielo, que cruje bajo unos pasos que dejan huella en su tez virgen, los blancos tejados, las ramas blancas, los blancos jardines y senderos blancos de Hradcana salen al encuentro. La desafiante belleza de San Vito en su blancura insolente, centinela de tantas vidas y tantos sueños... Hoy los rosales dormidos de la colina de Petrin rezuman rabia. Frío de agujas, de hielo, de escarcha. Esa blancura congelada en las articulaciones de los árboles que se extiende hacia el infinito.
Pero de qué sirve esta belleza que no restaura justicia, ni devuelve la vida que se te escapa. La terca inutilidad de la belleza, de esta belleza blanca que se derrite mostrando de nuevo el esqueleto de esta ciudad que desconoces...
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