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Cuando en 1926 Eisenstein rodó "Octubre", Leon Trotsky era todavía un líder destacado de la Revolución Rusa. Pero apenas dos años más tarde, y poco antes de estrenarse la película, Stalin decidió borrarle de la historia. Para ello eliminó o retocó cualquier imagen en la que apareciera el político ruso, y en el caso de "Octubre" mandó cortar todas las escenas en las que se le viera retratado (algo más de una hora de un total de tres de metraje). No consiguió eliminar algunas apariciones, olvidadas por la censura o por las prisas, pero sí dañó una obra de arte y la labor de un gran maestro del cine. La historia del séptimo arte ha dado miles de horas de perfección estética, de creación o belleza narrativas, que en muchas ocasiones se han visto mutiladas por la tijera de la censura o el despropósito de productores y fabricantes. Así, la trastienda cinematográfica está plagada de recortes, secuencias olvidadas o restos de historias que un buen día alguien decidió eliminar. En algunos casos, el paso de los años las han desempolvado, retornando a sus bobinas originales y completando lo que en su día quedó incompleto; en otros, la desidia, el tiempo, el fuego o simplemente el extravío nos han privado de disfrutarlas. En las cadenas de televisión suelen pasar una versión de "Con la muerte en los talones" (Alfred Hitchcock), en la que se han suprimido casi cuatro minutos de besos apasionados entre Cary Grant y Eve Marie Saint en el tren. En el caso de "Ha nacido una estrella" (George Cukor), no suele proyectarse una escena con un espléndido James Mason borracho. Sin olvidar el "Espartaco" de Kubrick, en la que aún no hemos visto el baño del esclavo Tony Curtis a Lawrence Oliver. Imágenes que quizás no rompan la sólida base argumental de estas películas pero que permiten completar rasgos de cada uno de los personajes. En otros títulos sin embargo, como la versión hecha por el propio Ridley Scott de "Blade Runner", los cortes añadidos nos descubren un significado distinto (de boca del propio Harrison Ford). Sin olvidar el más que famoso cambio de argumento que la censura provocó en "Mogambo", que para evitar una relación extramatrimonial se justificaba un incesto. En todos estos ejemplos, los años nos han devuelto los pedazos perdidos de cine. Hay sin embargo otras películas que permanecerán mutiladas para siempre. El montaje que se distribuyó de "El cuarto mandamiento" de Orson Welles no era el que quería su director sino el que distribuyó el productor. Nadie sabe dónde fue a parar el primer montaje. Como tampoco se sabe dónde fueron a parar las diez horas de metraje filmadas por Erich von Stroheim para su "Avaricia". En ambos casos, parece poco probable que volvamos a ver las versiones originales. No ha sido siempre la censura la encargada de trastocar la obra del cineasta, sino que los propios autores recortaron en su día determinadas escenas por considerarlas innecesarias o demasiado perfectas. Este extremo es el que le ocurrió a Charles Chaplin con un gag en el que su personaje de Charlot era incapaz de despegar un papelito de la suela de su zapato. En principio dicha secuencia formaba parte de "Luces de la ciudad", pero Chaplin la encontró tan divertida que rompía el ritmo de la película, por lo que decidió suprimirla. El ya mencionado Einsestein también eliminó del montaje final de "Iván el Terrible" un largo plano secuencia del actor Nikolai Cherkasov por considerarlo de una fuerza excesiva. Francis Ford Coppola suprimió magníficas escenas de sus dos "Padrinos", que luego rescató en la versión cronológica que hizo para el vídeo. E incluso recortó la duración de "Apocalypse Now", cuyo montaje definivo pudo verse en el pasado festival de Cannes. |
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