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Las manos del artista convierten en cuestiones plásticas de índole creativa que responden a expectativas inmersas en una neurosis creativa radical los misterios de la vida. El artista sortea el engaño de crear una realidad falsa como metáfora de lo que le rodea, y la satisfacción de mostrar sus pasiones más recónditas ante la incomprensión generalizada de su semejantes, sintiéndose distinto y brillante por momentos, le lleva a creer en lo que hace. El artista busca su distinción en el espacio que la historia le concede por su particular aportación al devenir creativo del hombre. Por mostrar el mediocre devenir del hombre, la historia tiene su escenario y su patio de butacas. El artista tiene su minuto de gloria subido al escenario. En el centro de los focos y ante el aplauso de la masa anónima es donde mejor disimula sus nervios. Aunque le tiemblen las manos da rienda suelta a sus temores y engaños, a sus sueños y miserias que el arte sostiene en vida cargada de misterio ante el resto de los semejantes. Pero inevitable, tras él vienen los que repiten incansables al aliento creador la necesidad de la renovación en todas las facetas y campos de la vida y del arte. Lo que en principio debía ser algo diferente se convierte con el tiempo en las mismas palabras que antes que unos dijeron los otros. Si por lo menos hubiera momentos de silencio en el mundo del arte para mantener la originalidad creativa como corresponde a la historia cuando ve nacer a un artista. Si por lo menos hubiera vida en la locura cotidiana sabiendo cómo la historia es una media verdad que descifra el hombre cuando intenta explicar a sus semejantes lo que es el arte y lo que encierra la mediocridad de sus vidas. Si por lo menos hubiese silencio no tendríamos que buscar la huella del arte en la imagen que nos proporciona el artista. La vigencia de unas ideas que se repiten a menudo en el fragor de mil proclamas confusas es lo que identifica al artista con la mediocridad de un mundo, que a su imagen y semejanza, es también parte y génesis de la realidad contradictoria del arte. El artista se ve como un falsario ante la historia, y el arte se aparece ante la multitud como un plagio continuo en el que todo vale y los hechos se repiten a menudo. Menuda confusión entonces el de la historia y el arte, reflejo de la mediocridad del hombre y espejo donde se mira el artista sin apenas trascendencia, todo en uno. |
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