Se trata de evitar lo que no se puede ver. De emplear palabras que no dicen nada. De intentar tener la razón en cosas que no suponen nada. De olvidarnos de dar consejos que nadie nos ha solicitado. De vivir aparentemente como si no fuera con nosotros. De tener fuerzas para creer en lo que sentimos y dudamos al mismo tiempo. Se trata de mirar al frente aunque vayamos sin rumbo. De bañarnos en la soledad como se mete uno en el mar, desnudo y sin prisa. De respirar con tranquilidad como si fuéramos sólo lo que nos ven los otros. Se trata de sentir la oscuridad pensando que con los días llegará la luz. Como caen, uno tras otro, en el transcurso del tiempo y la memoria, se trata de vivir los días como si nada, huyendo del fatalismo y olvidándose de la poesía. Y entonces tú me dirás: no necesitamos de cosas inciertas que nos confundan todavía más tal como están las cosas. No queremos experimentar con sensaciones que nos dañan, ni pretendemos emplear palabras que luego nos despierten y ataquen dormidos. Necesitamos otras cosas como que se aclaren los sueños y se clarifiquen los pensamientos en torno a lo que sentimos, vemos y vivimos. Sólo así se vence a la soledad. Sólo así tiene peso la poesía.