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Dormir para recargar las baterías de nuestras máquinas de vivir. Dejar el cuerpo, tan indefenso, y marchar al territorio misterioso del sueño, en donde se cumplirán nuestros deseos más inalcanzables o viviremos una pesadilla aterradora. Dormir, desconectar del mundo tan cruelmente real y volar con aquel amigo que nos dejó hace tanto, o pasear de la mano de nuestros padres y mirar otra vez las cosas desde abajo. Dormimos y remedamos una pequeña muerte diaria, en un ensayo sistemático que nos hará familiar el tránsito final. ¿Dónde estamos cuando dormimos? |
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