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Los teléfonos móviles son como ruidosos grillos fricando sus alas sin descanso. Estés donde estés siempre suena alguno. En mitad de la calle, en la tienda de ultramarinos, en el restaurante, en la multitudinaria soledad del cine, en la solitaria multitud de cualquier retrete público. Allá donde haya un silencio que romper, repicará el maldito timbre una y otra vez, terco, molesto, exigiendo la atención absoluta de su dueño. Da pena ver a tanta gente con la oreja pegada al aparato, esclavos del moderno sentido de comunicación, que nos acerca en las distancias largas y nos aleja en las distancias cortas. Van distraídos hablando por el móvil, no saludan a sus vecinos, se saltan los semáforos, cortan las conversaciones, los encuentros, los besos. Si suena el móvil, todo lo demás puede esperar, incluso el amor. Además, los engendros móviles estos se han convertido en todo un símbolo de actualidad. Si no lo tienes, no estás al día. Eres poco menos que un ancestral retrógrado de la época de las palomas mensajeras. Cualquier niñato o niñata lo lleva en su motito para poder decirles a los amigos que se dirige presuroso a la discoteca o se va a fumar un porro a una esquina de la Gran Vía. Aquellos tiempos gloriosos en que a uno le acercaba el camarero, con gran pompa y dignidad, el teléfono a la mesa han sido sustituidos por el nervioso repique electrónico de la chicharra moderna con batería. Y las compañías de telefonía móvil se están haciendo de oro. Los móviles son la nueva piedra filosofal, que convierte la banalidad en dinero. El consumismo de la comunicación ha calado hondo en la sociedad, y lo que hasta hace poco se consideraba un aparatejo superficial e innecesario, un esnobismo, es ahora para muchos usuarios casi tan imprescindible como el bendito lavavajillas o el sacrosanto televisor. En resumen, un nuevo triunfo del sistema comercial, que consiste en crear nuevos hábitos de consumo, nuevas maneras de que la gente gaste sin necesidad. Perdonen, pero tengo que cortar aquí el artículo, porque me está sonando el móvil. |
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