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En demasiadas ocasiones se utiliza la música como un ingrediente más del ocio, un acompañamiento a otras actividades o como simple distracción. La música se ha convertido en complemento, unas veces placentero, otras sedante o excitante, en definitiva algo que estimula constantemente nuestros pensamientos. El concierto es una actividad musical básica considerada como una excelente oportunidad para llevar a cabo auténticas audiciones. Pero también surgen imponderables que condicionan considerablemente la escucha. Veamos una breve narración, aplicable a distintos tipos o estilos de música. El concierto estaba anunciado desde hacía ya varios meses. El organizador se había encargado de ello. La prensa preparaba el terreno: entrevistas, fotos, jugoso anecdotario, listas de ventas de discos, etc. En las vísperas al concierto sabíamos que las entradas estaban casi agotadas (tú ibas a ser el único a punto de perdértelo). También conocíamos las andanzas del protagonista en la ciudad, lo que suponía cercanía y familiaridad (el menú que había degustado o las tiendas visitadas). La inercia de la opinión estaba ya creada: iba a ser un gran concierto. Y lo fue (o no lo fue) gracias a (o a pesar de):
Formularé varias observaciones respecto a esta exposición más o menos secuenciada: - ¿Con qué actitud nos enfrentamos a un concierto y qué poso nos deja?. Habría que evaluar hasta qué punto influye la información que nos llega: el conocimiento del contexto histórico, el compositor y su obra, el intérprete, las características de la sala donde se celebra el concierto, la audición previa del disco de una misma obra en diferentes versiones, etc. Es muy difícil evadirse y en muchos casos incluso el exceso de información técnica supone un obstáculo para una buena audición. - Nunca hasta ahora se había dado tanta importancia al intérprete. Más que a la música en sí misma, pasando a un segundo plano el compositor o la propia experiencia sonora. Observemos las notas al programa de cualquier concierto: panegírico en forma de abrumador curriculum o en su defecto un anecdotario bien documentado. - Frecuentemente se realiza una audición pasiva, una audición meramente superficial que conduce a una incapacidad a la hora de valorar debidamente el evento musical. Esto es detectable en la ambigüedad de adjetivos empleados o la llegada a lugares comunes en la crítica de la interpretación (segura, delicada, desbordante, cañera...); el sonido (brillante, acústico, incisivo, potente,...); el ritmo (trepidante, arrollador,...); las bellas y evocadoras melodías o los atrevidos temas; la conexión inmediata que se estableció con el público, metiéndoselo en el bolsillo (estrategia cuidadosamente diseñada por alguien que es pleno conocedor de los mecanismos de respuesta de las masas). - Se busca a la música significados allá donde no los hay, presentándonos asociaciones muy curiosas con metáforas de carácter visual. En muchas ocasiones la música es algo más que querer significar y en otras simplemente no lo quiere. - Existe una ausencia total de criterio musical como consecuencia de la carencia de un mínimo análisis. Se idealizan conciertos que son audiciones en las que únicamente se provocan ciertos afectos, es decir, fenómenos de tipo sentimental o emocional, cambios de estado de ánimo (agresividad, placidez, amor, odio, etc.) La percepción auditiva puede y debe ser instruida durante toda nuestra vida para llegar a comprender el significado estructural de la obra musical y su coherencia. Es necesario descubrir y comprender que cada detalle puede albergar quizá una relación directa con la estructura total de la obra. Este es uno de los grandes hallazgos personales que provoca una auténtica audición. Pienso que a pesar de todo los conciertos siguen siendo una buena ocasión para la práctica auditiva y por supuesto una experiencia irrepetible. |
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