Ser uno ante todos es ser algo. Ser todos frente a uno es no ser nada en el mundo del arte. Se esfuma la noción del tiempo ante uno cuando no es nada. Se pierde la noción de la vida ante todos cuando uno se enfrenta a tantos rostros desconocidos. El artista debe frenar su impulso por reconocerse en todos siendo nada. Ser uno con todas sus contradicciones a cuestas le enseñará a vencer su desánimo cuando no entienda nada. Lo que empezó siendo un juego termina con el tiempo por descubrir sus trampas. El arte no significa gran cosa ante la vida que se esfuma a diario. El arte es un fenómeno desconocido también para el artista. Pero un impulso inevitable le obliga a buscar la explicación de cualquier fenómeno incomprensible. ¿Cómo puede existir el arte frente a los problemas reales de la vida? El arte es en sí un dilema de vida, una enemistad eterna para el artista, un sufrimiento gozoso cargado de miserias y gratificaciones en una obra que se transforma mientras el artista se mantiene vivo al profundizar en ella. Creer en la verdad es propio de un ignorante. Mantener una fidelidad radical a unos presupuestos que se difuminan en el origen de los tiempos le llevará a su meta soñada: una obra que se muestre ante los ojos de sus semejantes con su firma inconfundible. Concluir una etapa es mostrar la miseria del camino, terminar con una vida es quedar en nada ante la fidelidad del hombre al convertirse en artista. Quizá la pregunta fuera otra: ¿cómo puede ser fiel el artista al hombre si todas las cosas tienen de antemano su nombre?