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Fiel concedo huellas al desgarre. Nacen retornos diurnos y me elevo ciega, con el augurio ciego de mi sangre. Es el alma que se eleva con la palabra desgastada del desahucio con los vicios del aire. Fiel me seduzco con el sofoco de las luciérnagas,. La vía es lenta, sin tacto, define su andar con el lacio retorno de mi intentos. ¿Y la palabra? Pupila viva siempre en desafío, aullando tras el incesante descenso de una danza incapaz de mezclarse con la humedad que busca el filtro de un roce, de una caricia que platica solamente de intentos, de espasmos iniciales. Soy tierra humedecida, vuelo que se roe en la sucia letanía de la fuga. Mis estancias de permanencia laten con el rostro de mis pasos. Parpadeos que solo hablan de muchedumbres reducidas a un griterío de abrazos y besos acorazados por banquetas cansadas de ver manecillas en la grieta anidada del asfalto. Estaciones de viento, de silencios, dispuestas en estructuras creadas para vivir del daño humillante del tiempo. Y aún así hay que esparcir fingidos humores, evacuar de la palabra su sonoro vaivén de distancia, olvidar que existió en la suela de mi zapato una vía de enamorados alientos. La palabra rígida cae en monótonos desfiles de plegarias; no logra memorizar distancias. La palabra nace estática, si el perfil visitado del andén se muestra. Busca silencio, es igual que aquella suerte de olvido ciega. Caen en hilos de miel desfiles de caricias, permanencias de ecos, palabras de sombra. Se lustran distancias y despavoridas ausencias, se someten falsas alegrías a este desorden que anheló distraerse con la tranquilidad de la fuga. Camino de nuevo entre pausas, instantes, en volátiles destellos que se lían a la cansada estructura del descenso. La palabra sigue ahí, frente a la humedad del cimiento, su disfraz viejo tiembla. Me encuentro en el andén, con la misma ropa de la espera. El corredor vive, habla de mis estancias verticales, de la mujer que juega con el imán de su rostro y se recuerda en los segundos de un primer beso. Me encuentro en el andén, en el mismo lugar. Aquí nadie habla, nadie sueña. Ascenso Multiplico artificiales cerrojos, hablo de abismos, de puertas que sueñan con el fulminante recorrido de la distancia. Es la rutinaria caída de mis vértices que memorizan el andar del desorden, donde descubro que mis pasos te buscan. Este vaivén cotidiano me lía con palabras que acostumbra silbar el viento. Ocurrió alguna vez, que importa el día , la fecha. Ocurre. Malabares en filas de andén
Anidan en mi ocio intermitentes corazonadas. El despojo ocurre en la humedad |
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